Érase una vez un árbol generoso, cuyos frutos tienen la reputación de
volver sensato a quien ha nacido para serlo sin saberlo, o volver loco a quien
se cree sensato. ¿Era, por otro lado, una hoja de vid con la que Adán y Eva se
cubrieron después de haber cometido su pecado? En absoluto. Repasemos la
Biblia: ''Entonces, los ojos se les abrieron y se dieron cuenta de que estaban
desnudos; cosieron hojas de higuera y se hicieron unos faldares'' (Génesis,
3.7).
Asimismo, siempre a juzgar por los autores de la Biblia, el fruto del
pecado, el del árbol prohibido, no era la manzana, sino el higo; el árbol del
Jardín del Edén, cuyo fruto saborearon Adán y Eva, era el higo. ¿Pero de dónde
sale esta fuerza de la vida regeneradora, esta fuerza de la inteligencia
fecundadora atribuida desde siempre a a la higuera y su fruto?
Según el Upanishad, textos sagrados que constituyen los elementos
esenciales del Vedânta, la última parte de los Vedas (los textos más antiguos
de la literatura india, anteriores a la Biblia y seis veces más largos que el
Libro de los Libros), la higuera es el árbol del mundo que una la Tierra con el
Cielo. Además, en cualquier parte del mundo, si miramos hacia el pasado,
siempre aparece la higuera. En la India, es el árbol de Vishnu; en Grecia, el
de Dioniso; en Egipto, el árbol de la iniciación y el conocimiento; en China,
el árbol de Buda; en Roma, el árbol debajo del cual nacieron Rómulo y Remo.
Las mujeres y los hombres de la Antigüedad, se obsequiaban con higos
secos, confitados o macerados en aceite de oliva con un poco de pan de cebada y
queso de cabra. Por supuesto, ya conocían el sabor de este fruto, pero también
su riqueza nutritiva, que actualmente se reconoce precisa y científicamente:
hierro, magnesio, calcio, vitaminas A,B1,B2,PP y C, etc. Es un fruto
tonificante, aconsejable para niños, convalecientes, ancianos, deportistas y
mujeres embarazadas.
Por último, no puedo terminar hablando de ello sin mencionar la
alusión a la vulva del sexo femenino y el escroto masculino del hombre, que tal
fruto representaba simbólicamente para nuestros antepasados. De tal manera, en
griego, el verbo que significa ''coger higos'', también cobraba un sentido
mucho más obsceno.
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