Érase una vez un árbol llamado llorón, sin duda porque sus ramas
largas y frondosas cuelgan hasta el suelo alrededor de su tronco y, a lo largo
de las mismas, brillan algunas gotas de agua que nos recuerdan las lágrimas.
Por otro lado, una de sus características es permanecer verde todo el
año. Este hecho no pasó desapercibido a los chinos, que hicieron de él un árbol
de inmortalidad, de sensatez, de inspiración espiritual, de comunicación con el
cielo; ni a los tibetanos, que hicieron de él el Árbol de la Vida. Por eso,
según algunas leyendas chinas, Lao-Tsé, el presumible autor de Tao Te Ching,
libro a partir del cual nació la religión taoísta en la China del siglo VI
antes de nuestra era, era agradable meditar bajo la sombra de un sauce. Se dice
que bajo un sauce fue donde Confucio y Lao-Tsé tuvieron su célebre
conversación, después de la cual el primero confió a sus discípulos: ''Sé que
los pájaros vuelan, que los peces nadan y que los cuadrúpedos corren. Los
animales que corren se pueden cazar con una red, los que nadan con un anzuelo,
a los que vuelan se les puede alcanzar con flechas. En cuanto al dragón, no
puedo describir cómo se eleva hacia los cielos sobre los vientos y las nubes.
Hoy, he visto a Lao-Tsé: sólo se puede comparar con el dragón''.
No hay comentarios:
Publicar un comentario