En el Viejo Testamento existen numerosas referencias a los majestuosos
bosques del Líbano. Según la ley de Moisés, la madera de cedro era muy
utilizada por los israelitas en sus ofrendas. Cuando el rey Salomón decidió
construir su famoso templo de Jerusalén, envió una petición al rey Hiram de
Tiria, solicitándole cortar árboles. Éste aprobo su demanda y el rey envió tres
grupos de 10.000 hombres al Líbano para su extracción. Los árboles fueron
enviados por barco a Palestina y el rey Salomón le dio a cambio grano, aceite
de oliva y oro. Los egipcios utilizaban su madera para construir sus barcos y
palacios, así como sus cámaras funerarias. Así mismo se empleó en la
construcción el gran palacio de Persépolis en Mesopotamia. El emperador romano
Adriano (76-138 d.C.) ordenó su protección ante la constatación de los extensos
bosques, constituyendo ésta una de las primeras actividades de conservación de
la naturaleza en la historia.
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